Si el juego de las Abuelas Dicen se desarrollara en los tiempos de la antigua Roma, no duden que el Coliseo sería testigo de algunas de las más cruentas batallas.
Y si les he contado que las Abuelas Betti se dan con todo, demos gracias al Cielo que no tienen a la mano espadas, látigos o sartenes porque ni yo la contaría.
Cada vez está más cerrada la competencia entre las Damas Betti, tanto que la adrenalina se siente como en la carrera en la película Ben-Hur.
Las miradas de complicidad entre Tere y Belén, la sarcástica risa de superioridad de Esther o las retorcidas de cuello que Lulú le da a Rebe cada vez que le quiere susurrar algo al oído no pueden disimular el ardiente deseo de quedarse con el premio mayor: adoptar durante una semana a Susanita y cambiarle el nombre.